La
exposición antológica de Gervasio Sánchez traza un amplio
recorrido por la trayectoria profesional de este fotoperiodista
cordobés residente en Zaragoza. Es una muestra organizada por el
IAACC Pablo Serrano por motivo de la concesión del Premio Nacional
de Fotografía 2009, otorgado por el Ministerio de Educación,
Cultura y Deporte al reportero por su compromiso con la fotografía
como herramienta de denuncia de la violencia en los conflictos
armados, que pretende divulgar un legado de gran valor histórico y
documental.
En
este proyecto hay fotografías realizadas desde sus comienzos en
Centroamérica en 1984 hasta la actualidad. En total podemos
contemplar 132 fotos y 48 retratos estructurados de forma cronológica
y vertebrados en torno a cinco grandes bloques temáticos: América
Latina (1984-1992), Balcanes (1991-1999), África (1994-2004), Vidas
minadas (1995-2007) y Desaparecidos (1998-2010). En cada uno de ellos
la guerra nos mira a la cara a través de los ojos de sus víctimas y
la destrucción, la violencia y la injusticia son el denominador
común de cada captura. Estas fotografías son esquirlas de las balas
que se cruzaron en el frente, son los fragmentos en los que estalló
el suelo cuando explotó una mina antipersona, son la única prueba
que queda de una pierna mutilada. “Creo que es necesario que un
periodista vuelva golpeado por el dolor de las víctimas si quiere
transmitir la realidad”, afirma Gervasio ante la dureza de su obra.
También
hay algunas fotografías que muestran el lado más amable e inocente
del ser humano en mitad de estos conflictos armados y la vida después
de los mismos. “Uno trata de buscar un contrapeso emocional,
después de estos proyectos tan duros hago otro tipo de trabajos,
como este”, explica señalando una serie de parejas de fotografías
del antes y el después de un lugar en guerra. En una de ellas, unos
niños juegan en el suelo de una calle llena de escombros, con
fachadas llenas de marcas de metralla. “En las guerras no me gusta
hablar de esperanza pero sí de dignidad, de supervivencia, de
personas que han afrontado esas guerras”, dice mientras al lado de
la fotografía anterior los mismos niños -ya adultos- nos miran
apoyados en esa fachada donde permanecen las huellas de la guerra.
“Vuelvo destrozado pero me gusta regresar a esos lugares cuando
todo ha acabado porque donde he visto la muerte quiero ver la vida,
donde he visto llanto quiero ver alegría”. Y también encontramos
esa alegría entre tantos cuerpos mutilados, tanta violencia y tanta
miseria, hay pequeños halos de luz entre las ruinas: niños cogidos
de la mano en mitad de una calle desolada,otro jugando con un paraguas, ajeno al desastre, niñas que nos miran
sonriendo a través del cristal roto de un furgón, el amor de una
madre o las historias de reinserción de los niños soldado que no
dejan a nadie indiferente durante la visita.
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Madre junto a su hijo mutilado |
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Jugando con un paraguas. Sierra Leona, África, 1996 |
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Niña desplazada. El Salvador, Marzo 1989 |
En el
primer bloque, un joven y principiante Gervasio Sánchez realiza sus
primeros reportajes en escenarios latinoamericanos tan convulsos como
El Salvador y sus negociaciones de paz, Nicaragua y el triunfo
sandinista, Guatemala, Chile en plena dictadura de Pinochet, Perú o
Colombia. Son contundentes imágenes en color, propias de la prensa.
“Cuando eres joven tratas de ver todo esto como una gran aventura
pero luego te vas dando cuenta de que la guerra de aventura no tiene
nada”, confiesa al recordar esta etapa.
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Niñas tras el cristal de un coche. Bosnia, Guerra de los Balcanes, Marzo 1994 |
En el
segundo se observa como la desintegración de Yugoslavia marca un
punto de inflexión en la trayectoria del fotógrafo, que ya puede
empezar a vivir de sus reportajes y financiarse sus proyectos tras 17 veranos ganándose el sueldo de camarero en un bar.
Gervasio documenta la guerra serbo-croata, el sitio de Sarajevo y la
guerra de Kosovo. Del asedio a la capital bosnia nace su primer libro
“El cerco de Sarajevo”. En este bloque se conjugan imágenes en
color en las que se observan la violencia abusiva ejercida sobre la
población civil con sus primeros trabajos de blanco y negro, más
intimistas y cercanos.
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Niñas agonizan en orfanato. Nyundo, África, Julio 1994 |
En
África, Gervasio Sánchez es testigo del genocidio y los estragos
del cólera en Ruanda, el éxodo de los refugiados hacia el Congo, la
demoledora hambruna en Sudán, las ejecuciones en las calles de
Monrovia, las salvajes mutilaciones en Sierra Leona y el drama de los
niños soldado. En este tercer bloque de la exposición también
combina las fotografías en blanco y negro con las de color e incluye
escenas cotidianas más allá del desastre del conflicto.
Los
dos últimos bloques son dos proyectos documentales impactantes y
dilatados en el tiempo en los que se relatan historias personales,
vidas humanas truncadas por la guerra. El primero, “Vidas minadas”
nace en África en 1995 y se desarrolla en distintos países del
mundo, mostrando el drama de las minas antipersona en la piel de sus
víctimas.
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Sofía a los 14, 19 y 24 años |
El segundo, “Desaparecidos”, es el proyecto documental
más relevante de Gervasio Sánchez, según afirma él mismo, y el de
más compleja realización al tener que retratar a las víctimas
desaparecidas. “La guerra acaba el día en el que se entierra al
último desaparecido”, sentencia con rotundidad. Este proyecto
abarca a desaparecidos de diez países de tres continentes, entre
ellos España, un país en el que el fotógrafo aún no había
trabajado hasta entonces. Respecto al tema de la memoria histórica
en nuestro país, el fotógrafo tiene una opinión clara: “Toda la
clase política española ha sido cobarde a la hora de gestionar el
tratamiento de los cuerpos sin identificar. Se ha hecho peor que en
países que se consideran menos avanzados, como Bosnia o Colombia”.
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Lista de desaparecidos. Srebrenica, Bosnia, Julio de 2005 |
En las
series de retratos de la exposición miramos a la cara a niños
soldado de Sierra Leona y a víctimas de amputaciones de este mismo
lugar. “Estos son los niños soldado y estas son sus víctimas,
aunque ambos son víctimas; estas son las víctimas de la guerra”,
declara Gervasio. Nos cuenta que ahora uno de estos niños soldado es
zapatero, otro taxista, otro tiene estudios superiores y la mayoría
vidas normales, pero algunos aún tienen pesadillas en las que ven a
sus padres morir y les asalta la duda de si fue a manos de sus
disparos cuando les dieron la orden de asesinar a sus propias
familias con apenas 12 años. Otro de los muros de la exposición
está salpicado de rostros llenos de arrugas que sujetan otros
rostros enmarcados que les fueron arrebatados cuando aún eran
jóvenes. Son familiares de personas desaparecidas que llevan años
buscando en muchos rincones del mundo.
Esta
exposición es un recorrido por las vidas de aquellos que le ponen
cara y nombre a los conflictos armados de distintos países del
mundo, es un duro paseo por las víctimas humanas de esta pandemia
creada por el propio ser humano. “Seguirá habiendo guerras por dos
razones: la primera es que el ser humano no sabe vivir sin ellas y la
segunda, que la guerra es un gran negocio”, opina Gervasio Sánchez,
testigo “privilegiado” de esta afirmación.
La muestra estará en el IAACC Pablo Serrano hasta el 22 de febrero
de 2015 con entrada gratuita de martes a sábado en horario de 10 a
14 y de de 17 a 21h. También se pueden realizar visitas guiadas por
el propio autor, como a la que asistimos las redactoras de este blog,
con un precio de 4 € los días 18, y 20 de noviembre de 17 a 18:30
o de 19 a 20:30h -¡animaos, aún estáis a tiempo!- y asistir a la
clase magistral “Los ojos de la guerra”, impartida por Gervasio
Sánchez este viernes
de 17 a 21h, el sábado de 10 a 14 y de 17 a 21 h y el domingo de 10
a 14 h., con un precio de 75 € (50 € para jubilados, parados y
estudiantes).
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Dos milicianos lloran después de conocer la muerte de un compañero el lunes 8 de junio de 1992 en Sarajevo |
Sandra Lario
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